Mi alimentación desde pequeñita hasta que logré tener a mis hijos

Siempre fui una niña que comió muy bien: daba golpes de alegría en la mesa cuando veía la comida, me gustaba prácticamente todo lo que me ponían y recuerdo que si me daban algo de dinero me iba corriendo a gastarlo en comida.

 

alimentación infantil

©Jjcwhicker

 

Llegué a los diez y siete años y cual adolescente de libro,
empecé con trastornos alimentarios en los que alternaba épocas de grandes comilonas con otros en las que todo era light. Como además era bailarina podía darme grandes palizas que me servían para quedarme más tranquila mientras manejaba como podía mis preocupaciones alimentaricias que en esa época sólo tenía un significado: comer era igual a tener más o menos peso. Nunca lo asociaba a la salud.

Hasta que un día entré en la consulta de un traumátologo por otro tema y al empezar a hablar me puse a llorar sin venir a cuento. Como nos quedamos todos un poco extrañados, él, muy perspicazmente, me mandó hacer un análisis de sangre y ahí estaba la causa: tenía anemia ferropénica provocada por mis regímenes.

Como me había ido quedando sin fuerzas estaba muy cansada y de ahí las lágrimas. Había adquirido una anemia ferropénica por alimentarme mal. Sentía tal bajón físico que algo hizo click en mi cabeza y por fin terminó esa época difícil.

No quería a volver a estar así.

Me costó muchísimo quitármela de encima y necesité hasta inyecciones de hierro que me petrificaban la pierna el día que me la ponían por lo que tenía que ponérmelas los días que no me tocaba bailar.

A partir de ahí me conciencié y empecé a preocuparme de comer lo más sano posible teniendo en cuenta que eran los años 80 y no se hablaba tanto de la importancia de la nutrición como hoy en día. Pero bueno, yo me cuidaba lo máximo posible.

 

Salud y alimentación

 Imagen cortesía de Fantasista © Freedigitalphotos.net

Eso sí, siempre dándome una alegría de vez en cuando y luchando permanentemente contra dos o tres kilos de más que yo consideraba que me sobraban.

Me fui a vivir sola y como no sabía cocinar ni me interesaba lo más mínimo, mi alimentación contenía de todo, pero muy, muy básico.

Eso sí, iba a casa de mi abuela a comer cosas riquísimas, tenía amigos que cocinaban maravillosamente y seguía disfrutando comiendo en buenos restaurantes.

Hasta que decidí tener un hijo: tenía 36 años y que mi cuerpo estuviera lo más sano posible se convirtió en prioridad.

Empecé a comprar alimentos ecológicos, a introducir la leche de soja, los productos integrales… ¡y un nuevo mundo se abrió ante mi!

Como además se complicó mucho la llegada de mi primer hijo me dió tiempo a ir leyendo e ir intentando cocinar comidas diferentes.

Cuando nació mi hijo mayor le di todos los productos ecológicos que pude, especialmente la carne y los huevos.

Tras empezar la búsqueda del segundo que duró tres años, me dió tiempo a ir a diferentes cursos de cocina, a depurar más todavía nuestra manera de comer y sobre todo a acudir durante unos seis meses a una nutricionista con la que hice una dieta depurativa muy dura, pero que me encantó hacer: Sin trigo, ni leche, ni lácteos, ni sal.

Llegué incluso a hacer un semiayuno de siete días controlado por ellos, pero por que a mi me lo pedía el cuerpo: había tenido un embarazo ectópico con estallido de trompa y operación urgente y llevaba ya la medicación de 4 FIV bestiales hormonalmente más unas 5 transferencia de vitrificados.

Necesitaba limpiarme y por eso lo hice.

Poco a poco fui suavizando mi alimentación y fui incluyendo lo que había quitado porque no quería ni quiero sostener nada tan restrictivo en el tiempo, me gusta ir adaptándome a lo que me pide el cuerpo y en mi caso cambia cada cierto tiempo.

 

Comer con conciencia

Imagen cortesía de Nenetus © Freedigitalphotos.net

 

La cocina vegetariana sería la más cercana a mi, pero teniendo en cuenta que como carne, pues nunca podré serlo.

La comida vegana me gusta también mucho, pero no me la haría yo, eso sí, voy a restaurantes que la tienen.

Probé la comida cruda y me encantó ese mundo de sabores increíbles.

Hasta que llegó el embarazo de mis mellizos y desde el día que empezaron las nauseas hasta casi año y medio después comí de todo y mucho. Lo que se dice guarrear, vamos.

Era lo que me pedía el cuerpo y estaba tan harta de trabajarme la alimentación que lo hice. Me preocupaba no volver a comer sano, pero no.

Un día de repente volvieron a apetecerme mis querido batidos verdes y la aguas volvieron su cauce.

Actualmente estoy en fase deportiva porque me apasiona correr, así es que además de disfrutar comiendo veo la comida como “combustible” para mi cuerpo y estoy atenta a ciertas cosas como comer más proteínas y no cenar hidratos salvo excepciones. Trigo lo mínimo y lácteos muy pocos desde hace más de 10 años. Verduras como muchísimas y frutas como menos por el azúcar que tienen ya que tengo los dientes muy sensibles.

Disfruto comprando, cocinando y sobre todo comiendo todos tipo de comida.

Creo que todo lo que cuidé mi alimentación durante las búsquedas de mis hijos, me ayudaron a tener mi cuerpo en condiciones óptimas para recibir un embrión y gestarlo aunque también es verdad que tras lograr el último embarazo, aflojé un poco las riendas porque cuando estaba en las noches más oscuras de las búsquedas llegué a ver productos químicos y peligrosos en todo lo que no fuera ecológico. Sinceramente creo que era por toda la angustia e inseguridad en la que estaba y que necesitaba buscar posibles culpables.

No obstante y como os digo siempre creo que prácticamente nada salvo el embrión y quizás el endometrio, es fundamental a la hora de lograr un embarazo (y seguro que muchos ginecólogos y embriólogos me dirían que tampoco, que han visto de todo). Es más bien un hecho multifactorial que en personas con infertilidad, convierte cada uno de los parámetros que pueden intervenir el lograr un embarazo en esas piedras que nos encontramos en el camino o por el contrario en puentes que nos dan paso hacia nuestro sueño: tener un niño sano en casa.

Así es que, si me permites la sugerencia, cuida tu alimentación, tu energía, tu espíritu, tu físico, cuídalo todo, pero no hagas de ninguno de esos aspectos lo fundamental en tu proceso.

Si estás aquí es porque necesitas reproducción asistida a tope, y la nutrición lo que va hacer es ponerte en el mejor estado posible para potenciar tu salud y que cuando llegue el momento estés físicamente preparada para un embarazo. ¡A por ello y no dudes en contratar a un nutricionista para que te ayude!

 

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Eva María BernalEva María Bernal Eva María Bernal