Lo que aprendí tras la caída (y hospitalización) de mi hija para aplicar en reproducción asistida

La vida puede cambiarte en un segundo…

Esa frase la leí una vez al comienzo de una película. Terminaba así…

Y nunca sabes cuándo va a llegar ese segundo.

Recuerdo que cuando la leí me impresionó mucho y tiempo después cuando viví el primer gran suceso de mi vida entendí el sentido de ella.

Es como el 11 S o el 11 M. Todos recordamos dónde estábamos cuando sucedió y nos avisaron. ¿a que sí?

Yo recuerdo hasta el 23 F: tenía 13 años y lo único que quería era que me compraran un pastel para merendar.

También recuerdo la beta de Rodrigo, dónde estaba y qué me dijeron.

¡Ah! y la de Martín y Aitana con puntos, comas y situación en el espacio.

¿Por qué te cuento todo esto?

 El jueves cuando iba a llevar a Rodrigo, el mayor, al colegio, un poco antes de salir, Aitana, mi hija pequeña se cayó de una silla.

Su cuerpo pegó varios latigazos y vomitó casi seguido dos veces, así es que corriendo, con mis tres hijos al Niño Jesús, un hospital de Madrid especializado en niños.

 

Aitana

Le costó mucho salir de la conmoción.

Casi 10 horas que todavía me duelen.

El scanner afortunadamente salió bien. Nos dejaron en observación ¡14 horas! y al final prefirieron que pasara otras 24 h. allí por que desde entonces se tambalea y se cae para los lados en cuanto se para o gira. Ahora hay que vigilar que vaya mejorando y yo confío en que sí por que cada día la veo un poquito mejor.

Todo esto me lleva a recordar la importancia de
la salud de nuestros hijos.

 

Cuando se está tratamiento el pensamiento es:

un niño, un niño, un niño.

Como si vienen dos… ¡o tres!

 

Y si me permites tendría que ser:

 

un niño SANO, un niño SANO.

 

Nunca volverás a apreciar tanto la salud de alguien como cuando tengas un hijo y veas que eso es lo MÁS IMPORTANTE.

Esto te puede permitir entender por qué esos dos bichillos que te pusieron no se quedaron o ese positivo que tuviste se fue a la semana o por qué ese embrión ya casi feto dejó de latir.

Tal y como lo veo yo:

No eran niños SANOS y crecieron hasta donde su potencial llegaba y está bien que se pararan.

Escucha, no te enfandes conmigo.

Embrión sano

 © Sunny studio – Fotolia.com

Todo esto te lo digo ahora y sé que si estás hecha polvo por cómo va tu proceso no lo entenderás y casi ni lo admitirás, pero créeme que el día que tengas a tu hijo en brazos, dirás:

¡ah, sí, ya sé de lo que hablaba Eva!

Cuando os hago sugerencias de este tipo o afirmaciones, no vais a estar siempre receptivas para escucharlos, lo sé.

Hace poco me escribió una de las lectoras y me lo dijo:

Es que estoy tan mal, que, lo siento, nada de lo que dices me llega.

Es tan lógico… es que ese no es el punto emocional en el que creo que se puede escuchar este tipo de cosas.

Yo os las digo para ese momento en el que ya te sale de dentro buscar una lucecita, oir algo que te ayude, encontrar la información que te falta para entender tu historia.

La búsqueda de un hijo muchas veces es a costa de nuestra salud física y mental y la mayoría lo sabemos, lo asumimos y ya habrá tiempo de desintoxicarnos y ponernos estupendas de nuevo.

Pero que nuestros hijos sean lo más sanos posibles debe ser nuestro objetivo junto con el de los médicos.

 

¿Has tenido ya algún hijo por reproducción asistida y entiendes esto de lo que os hablo hoy?  Gracias por darle un +1 en Google + si te ha gustado el artículo

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Eva María BernalEva María Bernal Eva María Bernal