Cuando estaba en plena búsqueda de mi segundo hijo fui en dos ocasiones a Lanzarote. A mi hijo mayor, Rodrigo y a mí nos fascinó la isla, la sequedad, los volcanes, las casas bajas sin barrotes.
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La historia de la flor que encontré en Lanzarote
A los que conozcan la isla o el Cabo de Gata en Almería sabe de lo que les hablo. Pues bien, haciendo una excursión en autobús por el parque de Tiamanfaya, entrabas en un espacio lunar, fascinante, misterioso, silencioso, árido, yermo… ¿o no?
Por que allí, entre rocas negras, lava seca y la nada crecían en algunas laderas una flor como la de la foto.
En un sitio árido y sin agua, con condiciones extremas de frio y calor, una semilla había conseguido llegar hasta allí y fundirse con la tierra. Se había hidratado no se sabe cómo y había podido crecer.
Pensé que si esa flor había conseguido florecer en un sitio tan inhóspito como aquel, pura lava seca, también lo podía hacer un embrión en mi útero.
Pensé que sólo tenía que llegar el embrión adecuado, que encontrara el lugar perfecto para anidar y en el momento que se conjuntaran los millones de factores que desconocemos, mi embrión podría hacer lo que había hecho esta semilla, vivir.
Había encontrado la imagen de mi historia:
Esa flor se convirtió en mi imagen de la lucha por el comienzo de la vida.
Ese momento llegó a la vuelta del viaje después de tres años de tratamientos.
Ojalá este historia te ayude a volver a confiar, a entender la fuerza de la vida, que es real, no es poesía que te cuento, ¡la vida tiende a vivir!
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