No puedo tener hijos

La semana pasada acudí como ponente a la Jornada de Fertilidad Natural y Maternidad Asistida organizada por Titania-Tascó en Barcelona para hablar analizar de qué hablamos cuando hablamos de maternidad asistida y sobre el apoyo emocional en estas circustancias.

En estas jornadas se estuvo hablando sobre cómo preparar el cuerpo y la mente para concebir a un niño a través de la alimentación, la acupuntura, la evitación de los químicos, etcétera.

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Imagen cortesía de Dream desings © Freedigitalphotos.net

 

Lo fantástico para mi es que se incluyera la reproducción asistida por que en muchas ocasiones hay que acabar recurriendo a ella aunque de comienzo una (o uno) no quiera ni pensarlo y es un hecho que cada vez vamos a ser más.

La tendencia a mayores tasas de infertilidad no tiene camino de vuelta

 

Un testimonio inesperado

Como fin de las jornadas estuvimos debatiendo entre todos y una de las presentes se animó a contar su historia que no había tenido el final que se esperaba.

Empezó diciéndonos: Bueno, yo quería hablaros de algo que para mí es muy importante. Mi vida sin hijos.

Uf, ya ese comienzo fue fuerte para todos los que estábamos allí, bien para aprender, bien para hablar sobre cómo solucionar los problemas de infertilidad y enfrentarnos cara a cara con la imposibilidad de tener hijos por ninguna de las vías posibles (natural, asistido y adopción) fue un acto de valentía, generosidad y por qué no decirlo, de catarsis para la persona que allí habló.

Su historia había comenzado unos 10 años atrás en los que junto con su pareja intentó tener hijos y llegó a lograr dos embarazos aunque ambos finalizaron en aborto espontáneo.

Un tiempo después y ya sin pareja decidió intentar ser madre soltera por elección y comenzó de nuevo los tratamientos.

De nuevo llegaron negativos y abortos de los que nunca se pudo averiguar si había una casa causa concreta para ellos.

Entonces, decidió iniciar un proceso de adopción que fue complicándose poco a poco, pero en el que ella no desapareció porque sentía que ahí es donde iba a estar su hijo.

Volvió a emparejarse y con esta nueva pareja volvieron las ganas de intentar tener un hijo biológico, pero ni la donación de óvulos que ya necesitaba por motivos de edad, pudieron evitar que volviera a sufrir abortos y negativos.

Tras el último de ellos y con las puertas de la adopción cerradas definitivamente debido a lo complejo del país en el que ella lo había estado intentando se dió cuenta de que necesitaba por fin aceptarlo:

No iba a tener hijos. 

 

mujer sin hijos

© Dudarev Mikhail – Fotolia.com

 

Y vio que o se quedaba el resto de su vida lamentándose o simplemente lo aceptaba y seguía con ella. Reinventándose, fijándose en las cosas que si tenía en la vida y no en las que le faltaban.

Tuvo que iniciar un proceso de aceptación sobre cómo iba a ser su familia en el futuro. Puedo deciros, por que conozco mucho esta persona que es una gran mujer, muy fuerte y eso junto con la terapia que inició, la estabilidad de su pareja, tres sobrinas maravillosas y un trabajo que adora, le ha ayudado mucho.

Ella se emocionó. Todos nos emocionamos. Aseguró que era feliz con esta otra versión de su vida: mujer sin hijos.

Quizás necesitó verbalizarlo ante conocidos y desconocidos, y así seguir adelante.

Cuando mi proceso de reproducción asistida fue complicándose, pensé muchas veces que hacer si no llegaba a sacar adelante mi segundo embarazo y para mí no había duda.

El primer peldaño pasaba por una terapia: no creo que hubiera sido capaz de enfocar mi vida sin hacer un proceso de duelo acompañado por un profesional.

 

Existe un libro que puede acompañarte si estás acercándote a este punto. Evidentemente el título te va a echar para atrás si todavía no estás preparada, pero ahí lo dejo: No puedo tener hijos.

A mí me ayudó en esos momentos en que veía que iba a, que iba a, que iba a ello y era imparable. (Es posible que esté descatalogado, quizás en tu biblioteca pública lo tengan)

 

¿Sientes que estás llegando a este punto? Por favor comparte tu experiencia. Ponerlo en palabras puede ayudarte a ti y a otras personas.

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Eva María BernalEva María Bernal Eva María Bernal