Cristina Enjuto, terapeuta gestalt y especialista en infertilidad, nos habla sobre un sentimiento común a (casi) todas en un momento u otro de los tratamientos de reproducción asistida.
Esta es una de las frases que más he escuchado a mis clientes en terapia: “Ella está embarazada y yo no puedo sentir alegría, sólo envidia”.
© Laurent Hamels – Fotolia.com
Me lo cuentan medio susurrado, mirando hacia abajo, como si tener envidia por la compañera de trabajo o una buena amiga fuera horrible.
Y yo me pregunto: si tantas mujeres tenemos este sentimiento, incluida yo cuando estaba en mi propio viaje de infertilidad, ¿por qué no lo miramos más de cerca para llevarlo mejor?
Esto es lo que te propongo con este artículo.
Ella dijo:
“Tengo una noticia que darte… estoy embarazada”
Cuando estás buscando un hijo es inevitable encontrarte con embarazos; las mujeres de tu entorno suelen estar en edad fértil y las barriguitas brotan como amapolas a tu alrededor. Durante el tiempo que estuve en ese proceso lo viví varias veces.
Dime si esto te suena: esa mujer se acerca a ti en persona y te dice: “Te lo quería contar a ti antes de soltar la noticia en el trabajo… estoy embarazada”.
O quizás te enteras a la vez que los demás.
Sea como sea cuando lo escuchas te quedas paralizada por dentro, como si tu corazón dejara de latir. Por suerte no lo hace, puedes reaccionar con un “qué bien” y sonreír de manera que parezca natural.
Si tienes mala suerte no puedes sonreír.
Entonces, ahora sí, el corazón decide ir a mil. “No sé qué decir” – piensas, mientras unas cuantas emociones a las que no puedes poner nombre entran al galope dentro de ti y se convierten en una sensación desagradable de la que te quieres librar ya.
Te dices: “Que no se note que no puedo alegrarme… y por favor que no vean cómo me hundo hacia el suelo”
Una vez pasado el mal trago tomas distancia. Menos mal que tienes la bendita opción de evitar a esa compañera o poner una excusa para no ir a comprar los regalos para el bebé; en cualquier caso te sientes culpable porque te ves como a la mala amiga de las telenovelas que no se puede alegrar con la felicidad de otros y que es, también, falsa y envidiosa.
Así que además de un problema de fertilidad tienes un problema con tu manera de ser, ¿no?
Puede que no.
Qué es la envidia y qué puedes hacer tú
La envidia es sencillamente una sensación de carencia; la certeza de que “eso que veo yo no lo tengo”.
Sin embargo, tiene un matiz importante: quien la siente cree que nunca podrá poseer lo que el otro sí tiene. Crees que tú jamás vas a “disfrutar de tu bebé o de tu embarazo”.
No tendrías envidia si supieras que tú también vas a quedarte embarazada más adelante, porque tu momento dulce estaría aún por llegar, ¿no?
Pero, y aquí viene la dificultad, ese no es el caso.
Porque nadie te garantiza que tú también vayas a vivir esa experiencia.
En esos segundos en que ella dice “estoy embarazada” te enfrentas de golpe al vacío y al dolor. En otras palabras, a un DUELO, con mayúsculas.
En segundos, una bomba emocional.
Imagen cortesía de graur razvan ionut © Freedigitalphotos.net
Entonces, ¿cómo no tener tristeza o rabia en ese momento o incluso después?
Así que, por favor, antes que nada haz algo: quítate la etiqueta de “envidia” y llamarlo dolor y frustración. Deja de criticarte y reconoce que estás pasando por un duelo. O por muchos duelos: el de la espera, el de la incertidumbre o el de las pérdidas reales de hijos que no llegaron a nacer.
Por favor, no te juzgues. Sentir envidia es absolutamente normal.
- Después puedes ir más lejos y dejar salir la rabia (que es otra de las emociones propias de un duelo) en un lugar seguro, con tu pareja, un buen amigo, tu terapeuta.
- Puedes darte el permiso de no ir a esa cena o reunión donde vas a encontrarte con mujeres embarazadas.
- Puedes permitirte decir que estás harta, que es difícil, que es injusto, que nadie te entiende.
- Puedes, quizás, sincerarte con esa mujer, si tenéis confianza, y reconocer tus dolor, tu dificultad para compartir su alegría y cómo lo lamentas (no imaginas el alivio que llega a ser).
- O también puedes cambiar la manera de mirarlo y pensar que lo que es posible para ella es posible para ti; conectar con las infinitas oportunidades de esta vida. Abrirte a que el “Sí” está disponible para ti también.
- Puedes incluso verte como una guerrera maya atravesando la selva de las dificultades y las frustraciones, absolutamente segura de que saldrás de ella más fuerte y más sabia que nunca.
- Puedes hacer todo esto y otras cosas que te ayuden a sobrellevarlo.
En cualquier caso, hagas lo que hagas, acoge a tu tristeza y tu rabia dentro de ti cada vez que las sientas. Respira y hazles espacio en tu interior con cada inspiración. Porque al darles un lugar vas a poder mirarlas, y este es el primer paso para empezar a gestionarlas. Acógelas como una gata da espacio entre sus patas a todos sus cachorros cuando los pare, sin reparar en si son hermosos o feos.
Y después, recoge tus flechas, tus vendas, tu saquito de amuletos y sigue adelante. Atraviesa el bosque; porque vas llegar donde tengas que llegar. Vas a sobrevivir a esto.
Confía en que, al final, todo estará bien.
Y si no está bien, recuerda, es que no es el final.
Bueno, ¿Cómo te has sentido identificada con lo que nos dice Cristina Enjuto? La reproducción asistida es lo suficientemente dura como para no tratarnos mal a nosotras mismas. Como siempre, cuídate y si crees que puede interesar a más personas, te invito a compartir este post. ¡Gracias!