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El rinoceronte naranja o tengo que dejar de gritar pero ¡ya!

La vida de una mamá con un hijo, dos o tres no es tan idílica como a veces uno puede pensar si sólo te ven paseando o en jugando en un parque alegremente :)

 

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Tengo que dejar de gritar, pero ¡ya!

 

familia y ovejas

Si le añadimos el factor monoparentalidad, le damos un toque más si cabe a la presión que es ser madre para cualquier mujer.

Por que ser madre es lo que todas las que estamos por aquí somos o queremos ser, pero de verdad que es muyyyy fuerte en ocasiones…
Y esas ocasiones llegan de vez en cuando, a veces inesperadamente, a veces las estás temiendo.
Tú empiezas suave, hablando, dialogando, sacas todo tu gonzalismo a escena y de repente, llegas a tu tope y acabas pegando

 

UN GRAN GRITOOOO.

 

O como el otro día; te acuestas casi a la una de la mañana trabajando, te pasas la noche como en un after hour sin parar de hacer cosas por que sí, duermes algo, pero en tu cama hay tres niños, dos de los cuales se despiertan una media de tres veces y maman y te levantas seis hora y media después y el mayor de tus hijos va haciendo cositas, pocas, nada grave, pero tú ya estás agotada y cuando después de toda la paliza, miras el reloj y encima ves que va a llegar tarde ya el segundo día del cole, allí se arma la de san Quintín y nada más ocurrir, te arrepientes y vuelves a gritar (esta vez en tu interior)

¡A mí el rinoceronte naranja!

Pincha en mi grito de socorro para saber de qué va.

Yo sólo le pongo un pero a ese movimiento: ¿Qué hacemos como mujeres con esos gritos que no damos? Esos gritos esconden sentimientos: No puedo más, estoy cansado o harta, o enfandada o triste o sola o necesito un abrazo o …

¿Y tú cómo lo llevas? ¿Gritas más de lo que quisieras? ¿o eres de las envidiadas por las que se nos escapan demasiados gritos?

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