¡Lo estamos perdiendo!

Hasta que me quedé embarazada de Rodrigo, mi primer hijo, había estado tan inmersa en el mundo de la reproducción asistida que sinceramente no me había planteado mucho cómo iba a criarlo después.

 

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¡Lo estamos perdiendo!

 

embarazada

Madrid, 2005

 

Bueno, también había estado inmersa en el mundo de las madres solas por elección, situación que nunca me había planteado hasta que llegó aquel mes de abril de 2003 en el que dije: ¡hasta aquí hemos llegado! Voy a intentar tener un hijo yo sola (con un donante, eso sí)

Siempre había pensado que quería tener hijos y al complicarse tanto la búsqueda de Rodrigo, ese deseo no hizo sino incrementarse.

Además, lo tenía todo muy claro:

  • Él iría ir a la guardería
  • Yo seguiría trabajando de diez a siete de la tarde
  • Ni se me había ocurrido pensar en la lactancia
  • Sería muy estricta en su educación, etc, etc

 

Luego él nació y me convertí en alguien diferente.

Nace un bebé, nace una mamá

De repente mi mundo dió un giro de 180°.

Pero no el de todo el mundo lo hace.

También puedes ser de las que decide que un niño no va a cambiar su manera de vivir.

Luego llega el niño y ya veremos qué pasa.

En mi caso, lo cambió todo Y todas esas ideas más que preconcebidas, supuestas, se fueron quedando en el camino a medida que Rodrigo y yo íbamos conociéndonos.

 

¿Cómo hice ese giro?

 

Tres días después de haber dado positivo, me despidieron y como tenía acumulado dos años de paro  y era un embarazo tan buscado, sinceramente lo que pensé es que así iba a poder vivirlo plenamente y sin nervios.

Quizás esa manera de vivir el embarazo digámosle «slow» para lo que es la vida de una embarazada actualmente, hizo que poco a poco fuera buscando información sobre otra manera de criar a mi hijo.

Eso hizo que acabará llegando a un fantástico foro: el de Crianza natural. ¡Realmente cambió todo!

Allí se hablaba de dormir con los niños, lactancia, respeto a su ritmo , había personas que educaban en casa… Un montón de cosas de las que yo jamás había oído hablar.

Estaba feliz aunque me suponía y a veces todavía me supone, tener pequeñas o grandes discusiones con algunas personas. Pero no importaba, yo seguía haciendo lo que me inspiraba.

A mí me gusta comprar todo lo que puedo ecológico. Tengo un montón de amigos que también se alimentan así o son vegetarianos o hacen diferente dietas  y esas maneras de comer sano también he intentado transmitírselas a Rodrigo y también:

  • No comprar por comprar
  • Comprar cosas de buena calidad
  • Adaptarnos tanto a las cosas más «lujosas» como a las cosas más «sencillas»

Pero, claro, Rodrigo fue creciendo y poco poco empezó a decir lo que quería y lo que no quería.

 

niño ocn perro

Imagen cortesía de Ashley Cox © Freedigitalphotos.net

 

Y, uf, ahí empezó la auténtica aceptación de que somo spersoans con gustos diferentes.

  • Porque a mí me puede gustar mucho un batido verde, pero a él darle asco
  • O ir a un sitio con gente muy agradable, a ver un bonito cuento cuentos, pero a él aburrirle.
  • O volverse loco comiendo chuches
  • O gritar en medio de Biocultura: ¡tofu, nooooo! cuando le compré un perrito caliente cuya salchicha era de tofu.

 

¿Dónde quedaba todo lo que había intentado transmitirle?

 

Un día me pregunté: ¿lo estoy perdiendo?  y esa duda me afectó mucho. Ver que se alejaba de mis querencias hacía tambalearse todo en lo que yo había basado su crianza

Si ya en muchas ocasiones me he preguntado si lo estaba haciendo bien, al ver como él reaccionaba al ir creciendo y pudiendo decir no, me desubicó totalmente.

Y de repente, hace un par de meses, hablo con una amiga sobre cómo está su hijo que es un año más pequeño que el mío y en medio de todo, me comenta que está muy agobiada y con la sensación de que «lo está perdiendo».

Ahí entendí algo que ya había leído hace tiempo:

cuando los padres tenemos muy clara la manera en la que queremos educar a nuestros hijos, nos cuesta mucho más aceptar que ellos acaben no respondiendo a ese estilo de crianza.

 

Me da igual que sea una crianza tipo lo que se llama crianza con apego, que la contraria algo en plan muy estricto.

El caso es que hemos hecho un gran esfuerzo por estar a la altura de lo que suponemos mejor para él y luego aparentemente no le gusta.

Ay, y eso es difícil aceptar.

Pero es lo que toca. Tendré que recordar eso de: tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida, etc para aceptar que Rodrigo, Aitana o Martín van a tomar de mí y de lo que les enseñe, lo que mejor vaya para ellos.

Aunque íntimamente espero que cuando pasen unos años algunas de las cosas que he intentado transmitirles hayan dejado de verdad poso en ellos y resurjan.

¿A ti te ha pasado algo parecido independientemente de tu tipo de crianza con tus hijos? ¿Te ha costado aceptar su libre albedrío aun siendo pequeño? venga que yo ya he confesado que a mí, sí.

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Eva María BernalEva María Bernal Eva María Bernal